Thursday, April 13, 2006

Delirios con pasta y un toque de vino

Vos sabes que siempre es lo mismo. Cada dia, cada rutina, cada historia. Nunca se termina de acabar, la gente camina por los centros de aca para alla. Intentan no mirarse a la cara (intentandose no delatar) pero aun asi ya no es necesario.
Suelo idealizar el pasado que nunca fue. Suelo llorar en la oscuridad la miseria que alguna vez bese. No creas que no soy capas de amarte, tan solo me no eh terminado de aprender a eliminar a mis prejuicios; "sabes que no aprendi a vivir".
Suelo mirar a quienes alcanzaron ya todas mis metas pero casi sin darse cuenta se sumergen en el poso de lo insuperable... seran esos acaso los rieles a seguir???
Yo me niego a todo eso, en la primera que puedo mando a todos a donde se merecen (casi sin pensar) sera que desde la priemera hora "me cago en la moda, en la cumbia y su joda".
Y sabelo, nunca me caiste bien. Si me dieras la oportunidad de salpicarte toda tu verdad en la cara solo te quedarias una semana o dos llorando desnudo en algun que otro rincon.

"iajol lihot she gam ani irehe oto be od snia o shatiim"

(hayehudim)

Wednesday, April 12, 2006

Encerrado por mi sociedad

NEGRO

Cuando doblé en la esquina y vi a ese grupo de minitas, me agarró vergüenza, viste. Siempre me da cosa pasar por donde hay un grupo de chicas, como un cagazo. Si al menos hubiera estado alguno de los pibes… pero no, yo siempre ando solo… O, ponele, si yo tuviera la facha que tienen los ricachones… sería otra cosa. Pero yo no soy ni de Belgrano ni de Recoleta, soy de la villa. Para qué negarlo, ¿me entendés?
Empecé a acercarme. Ellas venían de frente. Yo intenté aguantarme la risa, viste que los dientes no son mi mejor virtud. Pero no hubo caso, la vergüenza siempre me obliga a reír como un idiota. Y yo sé la cara de pelotudo que se me dibuja cuando me río. Encima las manos me incomodan. Ahí mismo no supe qué carajo hacer con ellas, dónde meterlas. Me las llevé a la cara, me rasqué la frente, me pellizqué la panza, me tomé la cintura, me corrí el pelo para atrás… y nada. Al final, me las puse en el bolsillo.
Ya me iba acercando cada vez más. Estaban buenas, che. Había una rubiecita medio tetona. Buena cara… no, muy buena cara. Medio reventada, medio angelical. A mí las minas me enferman, siempre me gustaron. Creo que a nadie le puede calentar tanto una mina como a mí, me vuelvo loco. Y la única que me dio bola alguna vez fue la Graciela. La conocí en el barrio y un día me la levanté a la salida de la escuela.
La cosa es que ya estaba cerquita. Transpiraba frío, podés creer. La miré de refilón a la rubiecita de las tetas, y corrí rápido la vista hacia el cartel de la ferretería de enfrente. Volví a fijarme, había una morochita, y miré al toque para abajo. Ya estaba ahí. Eran como cuatro. Nos cruzábamos enseguida. Dos metros serían. Yo rojo, morado, verde, azul. Siempre lo mismo. Era pasarles por al lado y seguir, nada más. Y sin embargo miraba para todos lados como un loco, me contorsionaba…
Y ahí, cuando ya las tenía encima, pasó lo peor. En cuanto se dieron cuenta que yo estaba ahí, en cuanto me vieron, se les cambió la cara. Si vos hubieras visto el terror, loco. No sabés la mueca de desencajada de la rubia. Con decirte que me asusté yo. Y ahí nomás empezaron a caminar a los pedos. No se les veían los pies. Una loca casi gemía: “Un negro boluda ¡Se nos viene encima boluda, caminá!” ¡Que vergüenza! A los dos segundos ya habían girado en la esquina y desaparecido. Corrían. Corrían por mí ¿Te das cuenta?
Yo igual seguí caminando, viste. ¿Qué iba a hacer? Eché un gargajo en el piso y seguí, así nomás.
No te voy a mentir, no te voy a decir que no; un poco se me llenaron los ojos de lágrimas, pero me la banqué como siempre, loco. Si vos sabés que siempre es lo mismo.


(Anonimo)